Quentin Tarantino
Hace bastantes días que no me enfrento a ninguno de los subproductos que algunos conocen por postmodernidad. Palabra vulgar donde las haya. La modernidad ya es una palabra suficientemente moderna como para utilizar otra. Envidiosos aquellos que no son capaces de emocionar con el plano. Porque queridos amigos lectores de esta página, el plano lo es todo. El plano supura verdad, una verdad que golpea al espectador como una buena patada en el culo. Me encantan las patadas en los traseros. Pero volvamos al tema que tratábamos. La esencia del cine es el plano y su composición. Horas, meses… incluso años he llegado a dedicar a cada una de esas unidades fílmicas. ¿Quién osaría entonces discutirme? ¿Quién osaría alterar el fruto de una mente en funcionamiento, destinada a revelar los secretos que la imagen oculta a la insignificante mirada del espectador? Dadme un buen plano y que le den a todo lo demás. Por ese motivo, el director, está obligado a adoctrinar al espectador en la maravillosa esencia del plano secuencia. Debe recrearse con cada milímetro del espacio fílmico. Beber de la fuente que es la imagen hasta llenarse y tener un ataque de gases, seguido de sus correspondientes flatulencias (pedos en francés). Todo espectador que renuncie a la contemplación será sometido a un severo castigo con ramas de olivo (obviamente atizados en su trasero). Pero la digna labor del realizador se ve empañada con personajes lamentables como el señor Tarantino. Su renuncia al esplendor cinematográfico supone la derrota de años y años de insigne enseñanza teórica de maestros de la talla de Bazin. Quien se haya sumergido en sus páginas descubrirá el mensaje atacado por este realizador norteamericano de segunda fila. La incapacidad de reconocer los planos a la que me vi relegado no es más que un síntoma de una sociedad desganada y sin autoridad moral ni política. ¿Dónde quedan los realizadores progresistas como yo que buscamos la rebelión a través de la imagen? ¿Cómo habría hecho este señor una obra de la talla de La chionise? Son temas que rondan en mi cabeza al presenciar atentados fílmicos como Kill Bill 1 o Kill Bill 2. Por mucho que lo intentase, la imagen me superaba. Mis clásicos cinco o diez minutos de reflexión tras contemplar cada plano se veían reducidos a uno o con suerte dos. ¿Cómo puede el espectador entender una película sin entender el porqué de cada plano? ¿Nos estamos volviendo locos o qué? Queridos amigos de la modernidad cinematográfica, la causa os llama para evitar que esto siga sucediendo. Adorad al plano y huid de los falsos ídolos. Tarantino es malo (aunque muchos de mis colegas se hayan dejado llevar por su verborrea). El plano debe ser salvado de la dictadura del time code. Huyamos de estereotipos comerciales. Que vuestros hijos no vean animación japonesa y contemplen la naturaleza durante horas. Sólo así podremos salvar a la siguiente generación, pues la actual está perdida. Amigos modernos, la lucha no ha hecho más que empezar.